El virus


Y que mi marido me decía que si era alarmista porque quería que la asistenta limpiara la casa con escafandra y guantes y ahora míralo. Que se ha encerrado en el dormitorio y ni sale ni me deja entrar, que me ha pedido que le deje en la puerta de la habitación un pack de doce latas de atún en aceite de oliva. Que sí, que me parece muy bien como medida de prevención, pero que al menos me deje entrar a por unas bragas limpias y una manta, digo yo.

Y la niña que no se quiere meter en la pelota hinchable que le regalamos para andar sobre la piscina. Yo diciéndole que con eso no pillas nada, Carlota, que así sales más segura a la calle, y ella venga a decirme que ni de coña, que así va a parecer mazo rara y que sus amigas se van a reír de ella y no van a querer jugar con ella y que ella está mazo sana y no va a pillar nada de eso. Verás tú, verás tú cómo la niña me coge el virus, que ella no se acuerda, pero en la guardería a poco que algún niño tuviera moquillos, aunque fuera en la clase de al lado, ella ya cogía un resfriado del copón. Que con lo delgadita que está seguro que lo pilla. Pero vamos, que si no quiere meterse en la pelota allá ella, ella sabrá, que encima yo creo que lo quiere pillar a propósito, seguro, para fardar con sus amigos de que ella pilló el virus ese mazo famoso. Yo ya no sé qué hacer con la niña, de verdad. Yo ya no sé.

A la asistenta, por lo pronto, le he dicho que no vuelva a casa. Que ella además es de barrio pobre y ya se sabe que en esos sitios se coge todo antes. Encima viene en metro, madre mía, que no lo quiero ni pensar porque esos sitios son la ruta del bacalao de las enfermedades.

Tampoco quiero hacer cundir el pánico. A mis amigas les he enviado un WhatsApp para decirles que suspendemos la partida de brisca de esta semana. Más vale prevenir que curar. Que además la Puri me tiene preocupada, que es diabética y si pilla esto ya me veo buscando a una sustituta para el resto de partidas.

La cita para hacerme las uñas también la he cancelado y es lo que más me duele, porque las tengo que parecen dos estropajos de rascar. Todo el día lavándome las manos, porque una sigue las instrucciones a rajatabla, pues se me han acabado quedando como dos terrones de azúcar. Y desinfectante ya no queda en ninguna farmacia, ni alcohol, pero bueno, yo de vez en cuando me echo un chorreoncito de vodka, que la Luisi me dijo que eso también desinfecta, por el alcohol. Eso sí, hay que tener cuidado, que justo después me puse el abrigo de visón y se me quedó pegada la mano a él de una forma que tuve que arrancar con fuerza y ahora le he hecho una calva y se me ha quedado para darlo a los necesitados.

En fin, que no cunda el pánico. Al fin y al cabo vivimos en un país de primera y esto va a durar poco, todo el mundo lo sabe. Pero mientras tanto pues más vale prevenir que curar. Mi marido ha sido el más listo, oye, hay que joderse. Carlota no sé, yo ya la doy por perdida, que se busque la vida que ya es mayorcita. Yo, por lo pronto, me he pedido el sótano. Me he bajado la hoya con lentejas que hice anteayer, que eso al menos me da para una semana, y unas latitas de cervezas y el Milka de Oreo. Que si se está en cuarentena se está, pero tampoco va una a pasarlo mal a lo tonto. Además en el sótano tengo la bicicleta, así que voy a aprovechar para hacer spinning. Cuando se acabe la pandemia yo salgo con tipazo.

Y la niña, Carlota… Mira, yo ya no sé. Que se pille el virus, fíjate lo que te digo, a ver si así aprende.

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