Cortar en verano


Has tenido que dejarme en verano y, sinceramente, eso es de ser un poco hija de puta. No lo digo en plan mal, en plan "te guardaré rencor hasta el fin de mis días" o en plan "ojalá te mueras". Tampoco en plan “quiero darte pena para que vuelvas corriendo a abrazarme mientras me pides perdón y descorchas una botella de champán”. No. Porque, además, eso sólo pasa en las películas. Y porque sé que las bebidas con burbujas te dan gases.

Te lo digo así porque es la verdad y yo siempre he sido muy de decir la verdad. Que sí, que tú siempre dices que la verdad es algo relativo, y que quizás yo tengo una verdad diferente a la tuya que a la vez es diferente a la de Rita la cantaora. Pero ahora no quiero ponerme a discutir sobre eso.

Discutir. Que no me habrás dejado por lo mucho que discutíamos. Porque por no discutir ni siquiera hablábamos. Que a veces hasta se me olvidaba tu tono de voz y también el mío.

El caso es que te has tenido que ir en la peor época del año. Que yo ya tenía todos los planes hechos para el verano y ahora voy a tener que reconstruirlos porque me faltas tú en todos los planes.

Por ejemplo ya no voy a poder ir más a la playa. Porque dime quién se va a quedar ahora vigilando mis cosas cuando yo vaya a darme un baño. Y no pienso dejar la cartera, las gafas de sol, mi muda, la toalla y la camiseta del número 12 del España solas en la arena. Porque son demasiadas cosas y si alguien se llevara, por ejemplo, mi camiseta del número 12 de España ya habría perdido para siempre esa camiseta, que me la regaló mi tía Mónica en mi penúltimo cumpleaños. Y sabes que le tengo mucho aprecio a la camiseta y a mi tía Mónica. Y sabes que en las playas hay mucha gente pobre porque los ricos están bebiendo su puto champán en sus putos yates y que lo más seguro es que me robaran la camiseta.

Y como no voy a volver a ir a la playa voy a tener que empezar a tomar el sol en la terraza. Y esto tiene dos inconvenientes: el primero es que de espaldas voy a parecer una cebra por la marca que me van a dejar los barrotes de la barandilla, y lo segundo es que me voy a quemar la espalda una y otra vez porque sabes que no soy tan ágil como para echarme yo mismo crema en la espalda. Que no sé si me habrás dejado para irte con otro, pero si es así pregúntate si ese otro es tan poco ágil como yo y no te necesita tanto como yo te necesito en verano.

No te escribo esto para hacerte sentir culpable. A veces somos hijos de puta sin darnos cuenta de que lo estamos siendo. Y yo lo entiendo, porque soy muy de comprender y empatizar. Por eso te escribo. Para que te des cuenta de que estás siendo una hija de puta y puedas darte cuenta y puedas volver conmigo y podamos pasar el verano juntos. Y ya cuando llegue el invierno vamos viendo...

* Imagen de cabecera de Annie Spratt.

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